Qué os parece la Merkel que protestaba hace nada de lo pegajoso que era Sarkozy, haciendo creer al mundo que el pobre Nicolás es un vulgar froteur de autobús, similar al guarrillo de piscina municipal ya retratado, que mira al tendido y más allá, mientras arquea el cuerpo buscando concentrar al máximo su sensibilidad tangente.
En las conductas sexuales descuideras como el froteurismo y el voyeurismo –vaya por dios, ambas de origen francés-, los más avezados sabíamos que la baja estatura es un hándicap considerable, no solo estético, sino también funcional como ustedes podrán comprender.
Pero como pueden ver en la fotografía, es la propia Ángela la que lleva del bracete al niño Nicolás. Es ella la que le mira con ojos golosos y le dice, a punto de coma glucémico, que le va a comer todos los fondos de cohesión social. Él está más bien rígido aunque le ríe la gracia y deja que ella lleve el paraguas. La grandeur francesa.
Ambos saben que la dichosa -que viene de dicha- cita de Washington, en la que Zapatero manchará la alfombra de Bush, no va a arreglar nada, que las cosas seguirán igual hasta que paren y en ese momento los economistas nos lo podrán explicar. Porque esos mismos economistas le dieron triple A a las hipotecas nefastas, y le dieron las mejores calificaciones a los bancos de inversión que no tenían ni puñetera idea, y son esos economistas los que pronosticaron una cosa hace dos meses y otra distinta ahora. Dicen que la economía es una ciencia blanda, debe ser por la médula de los profesionales que la practican, así que hagamos poco caso a vaticinios que cambian como la dirección del viento.
Quizá cuando el viento empezó a soplar mal fue con la elección de Bush en las primeras elecciones de 2000. Les recomiendo encarecidamente la película El Recuento. Un peliculón tipo ala oeste que HBO ha hecho este mismo año, en el que se da cuenta del proceso fraudulento del recuento de votos en Florida.
Se ve que la gran América, la que explica los límites de la democracia, la que es ejemplo de grandeza de libertad y de milagro, permitió que se eliminaran del censo de Florida a 20000 personas, que hubiera un sesgo sistemático en los errores de recuento, que las máquinas viejas fueran de los distritos más pobres, que las papeletas creaban problemas, que se confundían el voto, que las leyes eran de enorme complejidad y diferentes a otros estados. En esa magnificente América se ve los tribunales amigos y los enemigos, se ven los funcionarios fronterizos en inteligencia, los esfuerzos alambicados por domeñar un sistema complejísimo en el que resulta más ético rendirse.
El día que Gore dio, por segunda vez, su declaración de derrota en las urnas las cosas empezaron a complicarse. La elegancia de McCain y el espíritu de unidad de Obama son calco de los anteriores porque las formas en el establishment existen. Y en ese 2000 Gore concedió un triunfo tramposo y Bush proclamó su oferta de unidad y concordia. La memoria es débil y queremos ver esperanza en el futuro con este síndrome de Estocolmo planetario. Bush ha sido lo peor que podía pasarnos. Además de la debacle económica con la inspiración ideológica de sus amigos, deja un lío tremendo en Irak. Afganistán es una santabárbara al sol. Latinoamérica se desestabiliza, Rusia le está cogiendo gusto a jugar a los escudos antimisiles, y sus ex no paran de pedirle la revisión de las medidas provisionales. Judíos y palestinos siguen en cainita hermandad y África se muere de guerra, hambre y sed.
De todas formas soy optimista. Sabedores de que creo a pies juntillas que cualquier tiempo pasado fue mejor, soy optimista y me siento feliz de vivir este momento. Lo que nos espera es infinitamente peor. El carpe diem de Horacio es la mejor receta para estos tiempos de aceptación acrítica, cuando el presentador del telediario es un oncólogo que siempre trae las mismas noticias.
Hagan como la teutona y el franchute, búsquense un brazo para pasear, una boa de marabú empática que les consuele este fin de semana. Sin motos GP, sin Fórmula 1, con un Real Madrid en baja, lluvia y frío, la amenaza de las navidades, el fin de semana precede a unas fechas que aterrorizan y coaccionan para que seamos felices. Solo nos queda la lectura del Cosmopolitan y la escucha de Andy y Lucas para darnos cuenta de que la felicidad es posible pero nos está vedada. No se compren los periódicos este domingo, ni vean noticiarios, métanse en una bañera caliente y sueñen con cualquiera Carlota Corday que les redima. Que la revolución, al menos, les pille limpios.